El concepto de factura proforma es algo que a veces no se tiene claro, identificando este tipo de documento con una factura ordinaria. Pero ambas cosas son muy distintas.
Una factura proforma equivale a un presupuesto u oferta comercial, por lo tanto, carece de valor a efectos fiscales y no puede utilizarse como justificante de una operación. La factura proforma suele contener la misma información que una factura normal: fecha, identificación del emisor y del destinatario, descripción de la operación, importe, cuota de IVA y total. Sin embargo, un hecho a tener en cuenta es que debe mencionar de manera específica su naturaleza de PROFORMA. También lleva una serie numérica diferente a la principal de facturación.
La factura proforma suele utilizarse en operaciones comerciales internacionales para documentar el valor de una operación o a modo de oferta de venta. Cuando se solicitan subvenciones estatales o financiación, puede servir como justificación y compromiso de una inversión a realizar. Pero su validez legal tan solo tiene efectos entre comprador y vendedor, en virtud de los pactos acordados.
Este tipo de factura no tiene valor contable. Su emisión suele ser previa a la realización de la operación, pero no supone un compromiso de que ésta se vaya a realizar ni una obligación de pago. Debe existir una aceptación por parte del que la recibe que se plasmará en una factura ordinaria una vez la transacción se haya efectuado.
Hay que tener mucho cuidado con confundir este tipo de documento con una factura ordinaria, ya que no es válido para su presentación en la Agencia Tributaria en revisiones de impuestos. Al no ser una factura reglamentaria, tampoco sirve como garantía de compra del bien adquirido. Así que conviene comprobar rigurosamente que no hemos incluido facturas proforma en el cálculo de nuestras liquidaciones y declaraciones.